Un día (antes de la pandemia, por supuesto) llegué al aeropuerto de Brisbane listo para un viaje doméstico. Era muy temprano en la mañana y todavía estaba medio dormido. Al hacer el chequeo de abordaje, la empleada de la aerolínea me preguntó a dónde viajaba, y casi bostezando le dije “Sidney”. Ella revisó mis datos en el sistema, y me miró con sorpresa (quizá ella también estaba terminando de despertarse) y me dijo, “señor, pero aquí dice que hoy usted hoy viaja a Adelaida”.

Se imaginan lo mal que me sentí. Claro, fue solo algo pasajero, pero sin embargo tuve que disculparme y decir que, en efecto, iba a viajar a Adelaida. A la empleada le habría parecido muy extraño ver a un viajero que no sabía a donde iba.

Pero eso me hace pensar en la condición espiritual de muchos. Todos estamos viajando hacia la eternidad, desde que nacimos hasta que dejamos nuestra vida aquí en la tierra, pero en la eternidad hay dos destinos: o con Cristo o sin Él. Pablo, el apóstol, dijo que su deseo era “estar con Cristo, que es mucho mejor” (Filipenses 1:23) y él podía decir esto porque un día tuvo un encuentro personal con el Señor Jesucristo y entendió que era un pecador, incapaz de salvarse por su celo religioso, y creyó en el que murió en la cruz por sus pecados, y resucitó de los muertos. Entonces, Pablo sabia a donde estaba viajando y su anhelo era llegar a su destino, con Cristo. El cielo es el cielo es el cielo porque Él está allí. Que maravilloso será llegar allá y verle cara a cara.

Por otro lado, para aquellos que no creen en el Señor Jesucristo como dice la Escritura, su destino eterno es el Lago de Fuego. La Biblia habla de un día cuando todos los que no creyeron en el Señor se presentarán delante del Juez justo y serán lanzados al Lago de Fuego (Apocalipsis 20:12-15). Ese es un lugar terrible, no solo por el sufrimiento eterno, sino porque los que vayan allá estarán eternamente separados del que los amó y quiso salvarles.

Y tú, ¿a dónde viajas? Como recordarás, yo me confundí aquel día en el aeropuerto de Brisbane cuando me preguntaron eso, pero solo bastaba ver mi boleto para saber cuál era mi verdadero destino. Y es que la única forma de estar 100% seguro de nuestro destino es comprando el pasaje antes de viajar. Y para que podamos ir al cielo, el Señor Jesucristo pagó el precio de nuestra salvación por la sangre que derramó en la cruz. Pero esto no te serviría de nada sino tienes un momento especifico en tu vida cuando te reconozcas como un pecador perdido y acudas a Él clamando por salvación. Él te ama y está dispuesto a salvarte hoy, si vienes a Él por la fe.

Se acaba el tiempo, estamos más cerca de nuestro destino eterno ahora que cuando comenzaste a leer este artículo. Pronto estarás en la eternidad, pero ¿en cuál destino te encontrarás? Cree hoy en el Señor Jesucristo y tendrás asegurado tu destino eterno con Él.

Willians Alcalá