El primer gol de aquel partido fue celebrado con mucho entusiasmo por los argentinos, y no era para menos. Eran los cuartos de final del mundial de futbol en México, el 22 de junio de 1986 y el rival era Inglaterra. En la mente de muchos estaba el amargo recuerdo de la guerra de Las Malvinas entre esos dos mismos países, apenas cuatro años antes. Y aunque los argentinos celebraron el gol con mucha alegría, los ingleses reclamaron ante el árbitro que el capitán de la albiceleste había anotado el gol con la mano. Durante la entrevista al final del partido le preguntaron por ese gol, y Maradona aseguró que fue con la cabeza, pero algunos periodistas preguntaron si habría sido con ayuda de la mano, y aparentemente dijo que en todo caso habría sido con la mano de Dios. Maradona negó haber dicho eso, pero años después admitió que no fue la mano de Dios, sino la suya propia, la que empujó el balón al arco inglés.

Treinta y cuatro años después, el mundo del futbol llora la muerte del protagonista de esta historia, quién ha sido considerado por muchos como el mejor futbolista de todos los tiempos. “Se murió el futbol”, dijo un comentarista argentino; “pensamos que era inmortal”, decían otros.

Aunque solo es una anécdota deportiva, es bueno recordar que la mano de Dios no tiene nada que ver con jugadas sospechosas. Sus manos crearon el universo y con su mano poderosa sacó a Israel de Egipto. El Señor Jesucristo, Dios manifestado en carne, usó sus manos muchas veces para salvar, y todavía lo hace. En una ocasión, un leproso vino a Él y postrándose le dijo, “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (Mateo 8:2). La Biblia nos dice que el Señor extendió su mano y al tocarlo, lo sanó inmediatamente.

Aquel día en México, Maradona usó su mano de forma ilegítima, y aunque trajo mucha alegría a su país, queda el recuerdo de un gol que debió haber sido anulado. Claro que después en el mismo partido anotó uno de los goles más famosos de la historia, pero eso no cambia el recuerdo de lo controvertido de aquella otra jugada. De forma muy diferente, el Señor extendiendo su mano para tocar al leproso y sanarlo, no solo produjo un verdadero milagro, sino que además nos ilustra lo que es el poder de la mano del Señor para salvar a pecadores como nosotros.

Y es que, aunque algunos nos han recordado los muchos pecados de la vida de Maradona, el que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra (Juan 8:7). Digo esto no para justificar la vida de ese deportista, sino para recordarnos que todos somos pecadores, no solo por lo que hacemos, sino porque nacimos así, con la semilla del pecado en nosotros. Y el pecado nos separa de la presencia de Dios hoy, y nos separará de Él por toda la eternidad, si no vamos a Él como lo hizo el leproso aquel día.

El leproso se postró delante del Señor, reconociendo lo indigno que era él y lo grande que el Señor es. Reconoció además que el Señor Jesucristo tenia poder para sanarlo y le pidió con toda humildad que lo sanara, pero solo si Él quería hacerlo. Eso es lo que cada uno de nosotros necesita hacer, tener un momento especifico en la vida en el cual vamos a Cristo reconociendo la seriedad de nuestro pecado, sabiendo que somos indignos de estar en Su presencia y clamando con humildad por Su salvación.

Quizás tú no has sido tan pecador como lo pudo haber sido Maradona, pero de todas maneras lo eres, porque todos somos pecadores. No necesitas tu ingenio para pretender algo y esperar que algún día el árbitro divino, quién un día juzgará al mundo con justicia, diga si cometiste o no una falta. Si mueres en tu condición sin Cristo, estarás perdido por toda la eternidad, pero si vienes a Jesucristo por salvación, Él extenderá su mano poderosa hacia ti, y te salvará, porque su mano no se ha acortado para salvar (Isaías 59:1).

El llamado “gol de la mano de Dios” y el resultado final de aquel partido dieron mucha alegría a Argentina, quien además se coronó campeón del mundo en ese torneo. Pero esa alegría fue pasajera ya que en el mundial siguiente perdieron la final ante Alemania, y hasta ahora no han podido ganar otro titulo mundial. Sin embargo, eso es algo temporal e insignificante comparado con la eternidad. Pero si crees en el Señor Jesucristo como tu salvador no solo habrá gozo en el cielo, sino que además tú tendrás el gozo de la salvación, y nadie te lo podrá quitar.

Willians Alcalá