Hace ya más de cuatro meses el COVID 19 fue declarado una pandemia, y desde entonces nada ha sido igual. Gobiernos han tomado medidas como cuarentenas obligatorias, cierre de fronteras, suspensión de vuelos y cancelación de eventos públicos. Muchos ahora usamos herramientas tecnológicas para el “teletrabajo” y estudiantes han aprendido a estudiar desde sus casas. Al principio esta situación generó pánico, pero parece que nos estamos acostumbrado. Ahora se le llama “la nueva normalidad”.

Distanciamiento Social
Distanciamiento Social

En varios paises, incluyendo Australia, Colombia y España, se está informando a la ciudadanía como vivir en esta nueva normalidad. Por ejemplo, el distanciamiento social y lavarse las manos constantemente seguirán en rigor por mucho tiempo. Debido al impacto económico, muchas personas han cambiado de ocupación para sobrevivir en el nuevo mercado laboral. Nos hemos acostumbrado no solo por el paso del tiempo, sino también por la necesidad.

Aunque esto puede ser necesario para nuestra salud mental, hay algo a lo que algunas personas lamentablemente se han acostumbrado también: la indiferencia al mensaje del evangelio.

Me explico: al principio de la pandemia, muchas personas estaban preocupadas por lo que estaba pasando, y algunos comenzaron a buscar de Dios. Personas que antes no estaban interesadas en el evangelio (la buena noticia de salvación en Jesucristo) se unían a reuniones de predicación online. Pero ahora, en muchos casos ese interés se ha desvanecido, y ya acostumbrados a la nueva normalidad, no hay más deseo por las cosas de Dios.

Flinders Station, Melbourne

¿Será usted uno de ellos? Mucho cuidado. Algunos han abusado de la nueva normalidad, y ya no dan la misma importancia al distanciamiento social y normas de higiene. Muchos creen que el peligro ya pasó y creen que el coronavirus ya no es una amenaza. El resultado en muchos lugares, incluyendo Melbourne, en Australia, ha sido un incremento masivo de nuevos caos de COVID 19, que ha traído muertes y restricciones sociales aún más estrictas.

Entonces, hay un peligro en acostumbrarse demasiado a estos cambios. Se puede bajar la guardia y todo puede empeorar. Esto es especialmente serio en cuanto a la salvación del alma. Jesucristo nos ama tanto que vino al mundo a salvar pecadores (1ra Timoteo 1:15), porque si morimos en nuestros pecados, sin salvación, estaremos eternamente destituidos de la presencia de Dios (Romanos 3:23). Y para salvarnos de esa condenación, Él murió en la cruz y allí dio su sangre, y resucitó al tercer día.

La realidad de la muerte y el destino eterno debería causar preocupación a los que no son salvos. Por favor, no te acostumbres a ser indiferente al mensaje de salvación ahora que vivimos en “la nueva normalidad”. Busca a Dios mientras pueda ser hallado; llamadle en tanto está cercano (Isaías 55:6). He aquí ahora el tiempo aceptable, he aquí ahora el día de salvación (2 Corintios 6:2).

Willians Alcalá